La sabana de Tanzania


Un viaje soñado para cualquier aficionado a la fotografía de naturaleza. Así describiría la experiencia de poder pasar unos días atravesando la sabana de Tanzania. Un viaje que, con la colaboración de la agencia Tabia Safaris, pudimos montar nuestro gusto. Así es, elegimos nuestro recorrido y la posibilidad de ir solos en el 4×4, en compañía de un chofer y un guía.
En estas circunstancias la experiencia fue muy especial y cumplió nuestras expectativas, tanto a nivel de convivencia como de avistamiento de fauna y por supuesto, poder hacer fotografías cómodamente de todo lo que movía i de los enormes paisajes. No nos obsesionamos nunca con el hecho de poder ver tal o cual animal, o de conseguir ver todos los grandes.
El hecho de recorrer rincones perdidos y tranquilos, pasar ratos parados a la espera de algo que habíamos visto moverse, la comida en el corazón del Serengueti bajo un árbol de las salchichas entre picada y picada de alguna Tse-Tse y disfrutar del silencio de aquellas extensiones, compensava el dinero, los aviones, el calor y el masaje africano del 4×4.
El viento sostenido y cargado de polvo castigaba los equipos de fotografía y el hecho de llevar únicamente un cuerpo, penalizaba enormemente el intercambio de ópticas.


Tampoco quise llevar el 600mm F4 de Canon en esta ocasión (Aún no ha salido de la Península), ya que la fauna se deja acercar generalmente y en caso de querer disparar a largas distancias, la reverberación de la sabana habría provocado imágenes borrosas. Así, con el 300 F2: 8 de Canon y los dos extenders (x1.4 y x2), pude cubrir la mayoría de las situaciones de fauna. Mientras que para paisajes, utilicé el 24-105 F4 y el 70-200 F4. Poco más. Realmente en estas situaciones un 100-400 o el famoso 200-400, habría sido la solución para la mayoría de las situaciones, aunque el 100-400 está por debajo del 300 2: 8 en cuanto a la calidad de imágen y el 200-400 totalmente fuera de lugar por la cuestión obvia de su precio y el hecho de repetir focales, aunque en este caso realmente, hubiera sido más cómodo.
En todo caso, la 1Dx nuevamente sufrió y aguantar el calor, el polvo y el zarandeo como una campeona y con la pera de soplar, pude resolver el tema de las partículas en el sensor. Paisajes como los del cráter del Goron-Goro, Serengueti o el lago Manyara, ya forman parte de nuestras vivencias y son sin duda, una de las maravillas de la tierra. También la jornada con los bosquimanos fue toda una experiencia, pudiendo compartir con ellos unos lances de caza entre bosquinas de Baobabs.
Nuevamente cansado de la necesaria elección, se quedan miles de fotos en el disco duro con la duda de
si las elegidas son las merecidas.